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miércoles, febrero 21, 2007

Desempleo y explotación laboral en América Latina.



Lic. Daniel E. Benadava.
Psicólogo.-


“ … La economía Latinoamericana es una economía esclavista que se hace la posmoderna: paga salarios africanos, cobra precios europeos,
y la injusticia y la violencia son las mercancías que produce con más alta eficiencia … ”

– Eduardo Galeano –



En líneas generales puede decirse que para comprender los efectos que genera en la humanidad el capitalismo, que es un sistema político – económico “ … que atenta contra la dignidad humana pues tiene como presupuesto la primacía del capital, su poder y su discriminatoria utilización en función del lucro … ” – Medellín, Justicia, 10 -, es necesario estar al tanto de lo que acontece en los países “ periféricos ” de las superpotencias mundiales.

Es decir, no es en la opulencia en la que viven muchos de los habitantes de la Comunidad Europea o de los Estados Unidos, sino por el contrario es en continentes como por ejemplo el Latinoamericano donde, con escalofriante nitidez, se puede apreciar que las políticas neoliberales acrecientan en forma desgarradora la cantidad de personas que se encuentran en situación de extrema indigencia y, así mismo, hacen mucho mas precaria la situación laboral de aquellos que todavía tienen el privilegio de tener trabajo ya que el neoliberalismo, por un lado, promueve la desregulación indiscriminada del mercado y, por otro lado, favorece la eliminación de la legislación laboral existente dejando en situación de desamparo a millones de trabajadores – cf. Santo Domingo, 179 -.

En efecto, la implementación de políticas neoliberales durante largo tiempo en América Latina conllevó la creación en el continente de “ pecados sociales ” entre los cuales, tal y como lo señaló la Conferencia Episcopal Argentina en su documento “ Navegar mar adentro ”, se pueden enumerar:
  • promover, en forma latente o manifiesta, la exclusión laboral y social de millones de hombres y mujeres que son utilizados como mano de obra barata para la elaboración de bienes y servicios que son utilizados por unos pocos;
  • tomar a la ganancia y las leyes de mercado como parámetros absolutos en detrimento de la dignidad humana;
  • aumentar la brecha existente entre los pocos afortunados con grandes posibilidades de desarrollo, y la marginación de multitudes excluidas hasta de los mínimos recursos para llevar una vida digna;
  • favorecer la existencia de millones de personas en situación de miseria, entre quienes se encuentran hombres y mujeres sin trabajo, subempleados o con trabajo en negro, que no pueden acceder a los servicios mínimos de salud, educación y previsión social, y que, en no pocas ocasiones, debido a lo escaso de su remuneración, se ven obligados a buscar comida entre los residuos.
En relación a este último punto, los cristianos debemos tener en claro que ya desde los principios existe una “ evangélica condena ” contra aquellos que, como acontece en América Latina, explotan y oprimen a los asalariados quedándose con parte de sus salarios – cf. St. 5, 4 -, ya que en todo trabajador podemos hallar la imagen de Jesucristo quién utilizó gran parte de su vida trabajando – cf. León XIII, Rerum Novarum, 20 -.

Ahora bien, a pesar de la devastadora situación de miseria, desempleo y / o explotación laboral por la que atraviesan millones de latinoamericanos, duele observar que algunos integrantes de la Jerarquía Eclesial, sacerdotes, laicos y laicas pertenecientes a la Iglesia de América Latina parecen desentenderse de esta angustiante problemática social y laboral, y transcurren sus días lejos de los mas necesitados, viviendo en lujosas casas parroquiales, movilizándose en vehículos caros y, en algunos casos aislados, enriqueciéndose en forma condenable – cf. Medellín, Pobreza de la Iglesia, 3-.

Dicho esto, también hay que destacar con entusiasmo y esperanza la actitud de muchos obispos, sacerdotes y religiosos que dentro de la Iglesia Latinoamericana, por un lado, denuncian como contraria al Plan de Liberación y Salvación del Señor la brecha que aleja cada día mas a los ricos de los indigentes y, por otro lado, asemejándose a Cristo quién siendo rico se hizo pobre para salvarnos – cf. 2 Cor. 8, 9 -, viven en un estado de pobreza material y espiritual, lo cual es un signo de compromiso y opción evangélica preferencial y solidaria con los pobres, los trabajadores explotados, subempleados y desempleados del continente.

Por estos motivos, en tanto cristianos tenemos el deber evangélico, por un lado, de acercarnos hacia aquellos que – tanto en América Latina como en cualquier otra tierra de explotación laboral y humillación humana – tienen sus rostros desfigurados por el hambre, envejecidos por infrahumanas condiciones de vida y trabajo, y angustiados por la supervivencia de sus familias, podemos descubrir el rostro de Cristo – cf. Mt. 25, 31 - 46 -; y, por otro lado, de compartir con ellos la Palabra Liberadora de Dios gracias a la cual sus músculos recobrarán la fuerza para trabajar solidariamente, su esperanza resplandecerá iluminada por el amor fraternal de sus semejantes, y así, con el favor del Señor, podrán construir una nueva tierra de amor, justicia, paz y solidaridad para todos – cf. Ez. 37, 1 – 14 -.