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sábado, abril 07, 2007

Confesión de Fe en la sala de conferencias



------Nos encontrábamos en el homenaje póstumo a un gran aficionado al cante flamenco. La sala de conferencias estaba a rebosar. Actuó, en primer lugar, un cantaor, amigo del homenajeado, con varias series de cantes.

------Después intervino la familia para resaltar con mucha pasión y cariño, por supuesto, la figura de su difunto y, para terminar, se leyeron algunas poesías con un fondo de guitarra.

Pues bien, uno de los que intervinieron en el corazón del acto dijo esta frase: “Como soy cristiano creo que nuestro amigo ya está en el cielo junto a Dios nuestro Padre”.

Aquella confesión de fe tan clara y rotunda no sé si fue oportuna, no sé si aquel era el lugar más adecuado, no sé si fue políticamente correcta, no sé, ni siquiera, si yo hubiera sido capaz de hacerla, pero sí que sé que me resultó de una valentía grandiosa, propia de un cristiano, sin duda, pecador, pero dispuesto siempre a confesar su fe y a respaldarla con una vida de servicio a su pueblo (eso lo conozco yo).

A mí ya no se me fue de la cabeza aquella confesión de fe y, estando todavía en la sala de conferencias, me vinieron a la memoria dos escenas del Evangelio que después busqué y que ahora copio: “ Si alguno se declara a mi favor delante de los hombres, yo también me declararé a su favor delante de mi Padre del cielo” (Mateo 10, 32). “ A pesar de todo, fueron muchos, incluso entre los magistrados judíos, los que creyeron en Jesús. Sin embargo, no se atrevían a manifestarlo públicamente a causa de los fariseos, por miedo a ser expulsados de la sinagoga. Para ellos contaba más la buena reputación ante la gente que ante Dios” (Juan 12, 42-43).

En la tradición más propia y antigua de la Iglesia, toda la vida cristiana es considerada como una confesión de fe que va desde el bautismo hasta el martirio.

¡Que no se pierda la tradición!




Antonio Hernández-Carrillo