-----Acabamos de terminar en la parroquia el cursillo de preparación al matrimonio y a lo largo de los temas y diálogos ha aparecido de manera machacona por parte de los novios y novias la siguiente afirmación: “No tenemos tiempo nada más que para trabajar”.
-----Esta manera de vivir sólo para el trabajo la manifestaban las parejas tanto en público como en las conversaciones particulares de la manera siguiente: “Ella tiene distinto horario de trabajo que el mío y apenas si nos vemos durante la semana”.”Cuando llegamos reventados de tantas horas en la empresa no nos quedan ganas de hablar”. “Nos debemos por completo al trabajo porque nos hemos metido en un piso y en su respectiva hipoteca”. “Todo nuestro descanso y comunicación se concentra en el sábado por la tarde y el domingo; en los días de diario: trabajar, comer y dormir”. Y así sucesivamente.
-----Uno tiene derecho a preguntar (digo yo) si a este sin vivir es a lo que llaman rimbombantemente calidad de vida y dónde está dicha calidad y luego a reírse un rato (por no llorar) al comprobar que estos jóvenes empiezan a ver este agobio permanente como algo natural que nos viene dado por la sociedad actual.
-----Oyendo a estos jóvenes y observando la manera que se ha “impuesto” de plantearse la vida me acuerdo del Evangelio (los lirios del campo y búsqueda de la justicia del Reino) que está en Mateo 6, 25-34 y del que entresaco estas frases: “Mirad cómo crecen los lirios del campo, no se fatigan ni hilan; pero yo os digo que ni Salomón en todo su esplendor se vistió como uno de ellos... Buscad primero el reino de Dios y su justicia, y todo lo demás se os dará por añadidura”.
----Veo en estas palabras una resonancia de las bienaventuranzas, una propuesta para un trabajo humano, una llamada a lo esencial y un rechazo total a un trabajo inhumano en el que el centro no es la persona sino la angustia y el agobio.
-----¡El que tenga oídos que oiga!
Antonio Hernández Carrillo