-----¡Cuánta palabrería por todos sitios! Sin duda que cada uno puede poner cientos de hechos y casos en los cuales aparezcan palabras y más palabras vacías de cualquier contenido.
-----Vamos al Evangelio a ver lo que dice de tanta locuacidad. En los relatos de la Pasión aparece Jesucristo guardando silencio ante Herodes, “le hizo muchas preguntas pero Jesús no le respondió absolutamente nada”que (Lucas 23, 9) por lo cual el rey lo despreció. Lo mismo ocurrió ante Pilato que le hizo otra pregunta sobre su procedencia y tampoco le respondió, lo cual también llevó al gobernador civil a molestarse (Juan 19, 9). Esta práctica del silencio fue muy habitual en el profeta y así dice el Evangelio repetidas veces que oraba a solas: “Al llegar la noche estaba allí solo” (Lucas 9, 18 y Mateo 14, 24).
-----Y en labios de Cristo pone Mateo estas palabras: “Al orar, no os perdáis en palabras como hacen los paganos, creyendo que Dios los va a escuchar por hablar mucho” (6, 7).
-----Ciertamente la palabra tiene fuerza cuando sale del corazón, es veraz y comprometida, pero el silencio tiene idéntica fuerza y, a veces, más. Así fue el comportamiento de Jesucristo: su silencio fue fuente de libertad frente al poderoso y de sabiduría ante un pueblo cansado de tanta palabra hueca.
-----Es, por tanto, urgente sacar a la calle la fuerza del silencio porque el camino de la liberación pasa por la reflexión, la profundidad, la acción y, por supuesto, la desaparición total de la palabrería.
-----Ya he citado algunos versículos del Evangelio, pero me queda aquél en el que se nota más cercano el silencio de Cristo. Es éste: “Jesús se dio cuenta de que pretendían proclamarlo rey. Entonces se retiró de nuevo al monte, él solo”. (Juan 6, 15).
-----Y es que el silencio es el espacio abierto en el que sopla libremente el viento del Espíritu. Por eso, no puede haber cristiano, incluso, persona sin silencio. Tú ¿qué tal?
Antonio Hernández-Carrillo