Sin duda la visita para acompañar y compartir con 7 trabajadores y con sus familias un rato de nuestro tiempo, hace que la conciencias se nos revuelvan.
Son personas iguales que nosotros, trabajadores hace unos meses, hace unos años, pero que por causa ajenas a ellos, han ido perdiendo todo, incluso la vivienda que con tanto trabajo iban pagando mensualmente, hasta verse inmersos en la más grande de las pobrezas.
Sólo piden trabajo, es lo único que saben hacer y lo que siempre han hecho. No tienen títulos, ni hasta ahora les habían hecho falta. Tenían sus manos, su fuerza y su tiempo dedicado a ganarse un salario, con el que sustentarse ellos y su familia. Pero ahora por razón de la tan cacareada crisis financiera en la que nos han metido, se les roba e impide hasta ese derecho reconocido en nuestra constitución.
Esta situación sangrante e indigna les ha hecho unirse, reivindicar en grupo el derecho al trabajo, el derecho al reparto del trabajo por parte de las administraciones, en su caso del ayuntamiento de Maracena; y yo diría que también el deber de los empresarios, y la renuncia por parte de los bancos y multinacionales a parte de sus ganancias. A esto se refiere la Iglesia cuando en su doctrina social nos habla del “destino universal de los bienes”.
Es muy gratificante visitar a estos compañeros. Allí están ellos, sus familias, sus vecinos, gente de otros pueblos, barrios y ciudades que se solidarizan con su causa, con su petición de trabajo y de reparto. Sienten y están viviendo la solidaridad obrera, sienten y viven la solidaridad de la iglesia que les ha dejado los locales, una iglesia cercana a la realidad sufriente que hoy vive el mundo obrero, la visita de tantos cristianos, así se lo están demostrando.
Llevan 10 días encerrados en huelga de hambre. Algunos ya están empezando a sentir problemas en su salud, pero están dispuestos a continuar hacia delante, porque lo que están reclamando es poder vivir con la dignidad que les pertenece como trabajadores, para nosotros los cristianos, con la dignidad de sentirse hijos de Dios. Quieren con esta lucha sembrar y colaborar en la construcción de un mundo donde todos, sus hijos y los de otros tengan cabida, un mundo un poco más justo e igualitario que el que tenemos en estos momentos.
En la visita se respira la solidaridad. No piden dinero, no piden limosna, sólo piden trabajo. Viven como degradante y humillante las colas en los comedores sociales o en Cáritas para poder alimentar a la familia. Los frigoríficos, nos decían están vacíos, algunos no tienen en él, ni un yogourt para los niños pequeños. ¿Estas situaciones y otras similares con las que nos encontramos a diario nos pueden dejar tranquilos a los demás?¿no nos interpelan y llevan a replantearnos nuestras vidas? ¿No es hora de que las administraciones, sindicatos y empresarios se planteen seriamente el reparto del trabajo? ¿No es hora de que el dinero que se ha conseguido con el trabajo de los currantes sobre todo, deje de engrosar las bolsas y los activos bancarios y llegue a todo el mundo?¿ No es hora de que los parados por barrios, en los pueblos, en las ciudades se organicen y exijan este reparto?
Hechos como los de estos trabajadores encerrados y en huelga de hambre, como la lucha emprendida en casería de Montijo hace unos meses con la huelga de hambre de Santiago Cortés, son muestras de que el mundo obrero sigue vivo y sigue reclamando justicia, poniendo en el centro de sus reivindicaciones el bien común, frente al interés particular y son muestras de que es posible otro mundo más acorde con el plan de Dios.
Mª José Rodriguez Moreno
Presidenta de la HOAC Granada