Antonio Hernández-Carrillo
Publicado en nº 122 del periódico "TU"
---- Otro accidente laboral, otro muerto y…otra viuda. Todo esto tan horroroso esta vez ha sucedido en mi pueblo. Una máquina enorme aplastó literalmente al trabajador que falleció en el acto. Deja en este mundo viuda y dos hijas de dos y once años. El compañero que caminaba junto a él resulto ileso.
---- Hablando con la viuda, con el compañero ileso y con sus familias, la tragedia se llena de un dolor inenarrable. No se me olvida (por contar sólo el detalle que se me quedó más grabado) la niña mayor (once años, ¡por Dios!) que cuando oyó que estábamos hablando de su padre se marchó ostentosamente. No puede soportar una conversación sobre el padre, dijo la mamá.
---- Las viudas ocupan un lugar preferente en las luchas y opresiones de todos los tiempos. La Biblia en general y el Evangelio en particular recogen sus angustias y su necesidad de liberación. Jesús de Nazaret aparece como el Dios que se compadece y ensalza a la mujer desprovista de todo auxilio humano. Recuerdo ahora a la viuda de Naín (Lucas 7, 11-17) llorando la muerte de su hijo ante quien Jesús se compadeció y provocó en el pueblo, no en lo jefes, una confesión de fe en él y en la misericordia de Dios. Y me viene también a la memoria aquella viuda pobre que dio más que los demás porque lo dio todo y mereció la alabanza de Jesucristo (Marcos 12, 41-44).
---- Este mensaje y práctica del Maestro empapa aquella afirmación tan grandiosa y radical de la carta de Santiago (1, 27) que dice: la religión auténtica y sin tacha a los ojos de Dios consiste en “socorrer a las viudas en su tribulación”.
---- ¿Por qué se dan tantos casos de viudas por accidentes laborales? ¿Por qué no se toman las medidas necesarias para que no haya tantos accidentes laborales antes de que sucedan y no después?
---- ¿Por qué, Señor, no nos volcamos más -llevando el Evangelio a la calle- para estar cercanos y activos ante el sufrimiento de tantas viudas de hoy?
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---- Hablando con la viuda, con el compañero ileso y con sus familias, la tragedia se llena de un dolor inenarrable. No se me olvida (por contar sólo el detalle que se me quedó más grabado) la niña mayor (once años, ¡por Dios!) que cuando oyó que estábamos hablando de su padre se marchó ostentosamente. No puede soportar una conversación sobre el padre, dijo la mamá.
---- Las viudas ocupan un lugar preferente en las luchas y opresiones de todos los tiempos. La Biblia en general y el Evangelio en particular recogen sus angustias y su necesidad de liberación. Jesús de Nazaret aparece como el Dios que se compadece y ensalza a la mujer desprovista de todo auxilio humano. Recuerdo ahora a la viuda de Naín (Lucas 7, 11-17) llorando la muerte de su hijo ante quien Jesús se compadeció y provocó en el pueblo, no en lo jefes, una confesión de fe en él y en la misericordia de Dios. Y me viene también a la memoria aquella viuda pobre que dio más que los demás porque lo dio todo y mereció la alabanza de Jesucristo (Marcos 12, 41-44).
---- Este mensaje y práctica del Maestro empapa aquella afirmación tan grandiosa y radical de la carta de Santiago (1, 27) que dice: la religión auténtica y sin tacha a los ojos de Dios consiste en “socorrer a las viudas en su tribulación”.
---- ¿Por qué se dan tantos casos de viudas por accidentes laborales? ¿Por qué no se toman las medidas necesarias para que no haya tantos accidentes laborales antes de que sucedan y no después?
---- ¿Por qué, Señor, no nos volcamos más -llevando el Evangelio a la calle- para estar cercanos y activos ante el sufrimiento de tantas viudas de hoy?
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