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sábado, julio 03, 2010

REFORMA LABORAL Y CAMBIO DEL MODELO DE ORGANIZACIÓN SOCIAL

          En septiembre de 2006, la HOAC publicamos una reflexión sobre la reforma laboral que se había realizado. Este documento contiene una explicación de cuáles son las reivindicaciones de los empresarios, reivindicaciones que repiten una vez y otra con independencia del ciclo económico y, lo que es más grave, con independencia de los resultados obtenidos. Reducir los costes laborales, liberalizar el despido, vincular los salarios a la productividad, eliminar los tramites judiciales y debilitar a los sindicatos es la hoja de ruta que los empresarios llevan recorriendo muchos años, peldaño a peldaño, con la ayuda de todos los organismo internacionales y nacionales, expertos, medios de comunicación y todos los que están convencidos de que hay que llenar el pesebre de los caballos hasta rebosar, porque así caerá grano al suelo para los pajarillos. Los caballos son los grandes empresarios y financieros; los pajarillos somos nosotros, los trabajadores.

          Lo que ocurre es que la presente reforma laboral se hace en un contexto distinto. La situación es la siguiente: Sindicatos y patronal están sentados en la mesa de negociación. Ambos saben que si no llegan a un acuerdo, el Gobierno hará dicha reforma por decreto. Sindicatos, patronal y Gobierno saben que la Comisión Europea analizará con lupa el decreto del Gobierno y le obligará a tomar las medidas que estime necesarias. Sindicatos, patronal, Gobierno y Comisión Europea saben que “los mercados” (banca, financieros y grandes empresarios, es decir: la patronal) esperan conocer el contenido de la reforma para hundir al país en la miseria o permitirnos respirar unos meses más. Y muchos medios de comunicación, incluida la cadena COPE, acusan a los sindicatos de ser organizaciones caducas de liberados que sólo piensan en los intereses de éstos.

          Esto está ocurriendo a principios del siglo XXI en el mundo occidental y desarrollado, cuando el Papa Benedicto XVI acaba de escribir una bella encíclica sobre la caridad en la verdad en la que nos recuerda que “El desarrollo humano integral supone la libertad responsable de la persona y los pueblos: ninguna estructura puede garantizar dicho desarrollo desde fuera y por encima de la responsabilidad humana” (CV, 17). Es evidente que este proceso negociador no es un claro ejemplo del ejercicio responsable de la libertad de la persona y de los pueblos.

          Es necesario incorporar este juicio moral sobre la relación entre desarrollo humano y libertad para comprender lo que está pasando, veamos: Una pareja está arreglando el piso donde va a vivir. Había contratado con una empresa la compra de la cocina, financiada a diez meses. Cuando fue a dar la entrada, le dijeron que el banco les había retirado la financiación, que no podían financiarle la cocina y que seguramente tendrían que cerrar. Varios puestos de trabajo que desaparecen. Esta es una historia que se repite con bastante frecuencia. El banco que les niega la financiación, ha recibido miles de millones de euros del estado para financiar a las empresas y a las familias, y lo que ha hecho es comprar deuda del estado, es decir: el estado le ha dado dinero al uno por ciento y él se lo ha prestado al estado al cinco por ciento. ¿Quiénes han podido ejercer la libertad en este caso? ¿La reforma laboral solucionará esta situación? ¿Para qué quiere esta empresa una reforma laboral? Para nada, porque ha dejado de existir.

          Cuando la reforma laboral se plantea en cualquier momento y ocasión y sin tener en cuenta su relación con los problemas que se pretende resolver, es que no tiene nada que ver con la situación económica y sí con otros intereses, que no se confiesan porque son inconfesables.

          Tienen un proyecto para cambiar el modelo de organización social. Básicamente consiste en terminar de meter al mercado hasta en las últimas rendijas de la existencia humana, de la sociedad y de la naturaleza. Para ello, les han quitado a los Gobiernos, con su consentimiento, buena parte de la capacidad que tenían para tomar decisiones sobre la política económica y sobre política fiscal. Les han obligado a mercantilizar la Universidad, no otra cosa es el Plan Bolonia, y a realizar profundas transformaciones en el modelo productivo y en las relaciones laborales, convirtiendo en trabajadores a la mayoría de los empresarios, que siguen enfrentados a los trabajadores sin darse cuenta, ni los unos ni los otros, que tenemos el mismo problema. Esperan que la privatización de los servicios sociales básicos caiga como fruta madura a consecuencia de las políticas de ajuste que están imponiendo. Han creado y difundido un modelo cultural que supone un cambio antropológico sin precedentes, apoyado en la idea de que el ser humano es un ente indefinido sin contenido ni identidad, contenido e identidad que tiene que construirse cada cuál a lo largo de su vida, y en eso consiste la libertad. Esta indefinición lo abarca todo: creencias, moral, ética, sexualidad, familia… como si cada persona fuera el primer ser humano que habita el planeta.

          En este contexto, la reforma laboral va más allá de las puras relaciones laborales. Se trata de romper el “nosotros”, los lazos comunitarios, para que aparezca el individualista consumidor perfecto, obligado y convencido a decidir qué sanidad, pensión, educación y condiciones de trabajo prefiere; qué tipo de vivienda y dónde… todo ello a un precio de mercado que ellos controlan y que alteran según sus ansias de beneficios. El problema es que este espejismo de libertad sólo va a ser posible para unos pocos. Para la mayoría, empresarios y trabajadores, trabajo precario, que deberán defender con uñas y dientes porque “los mercados” tienen nombre y apellidos pero no corazón y pueden atacar en cualquier momento. Y de los pobres, ¿quién habla ya de los pobres con la que está cayendo?

          Los humanismos y las religiones tenemos un serio problema, porque este planteamiento va dirigido a nuestra línea de flotación, que es el fundamento de la moral. Los mercados también están sustituyendo a Dios y a los humanismos, y «cuando Dios queda eclipsado, nuestra capacidad de reconocer el orden natural, la finalidad y el “bien”, empieza a disiparse». (CV 18)