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sábado, enero 05, 2008

PREGUNTAR ES LA PIEDAD DEL PENSAR





-----Lo tiene dicho Martín Heidegger, que el preguntar es la piedad del pensar. Y no le falta razón. Pues su frase es profunda, hermosa y conduce a la bondad. Verdad-Belleza-Bondad: otra vez juntos los tres predicados del ser, como dirían los filósofos clásicos.

-----En efecto, quien hace y se hace preguntas, se va haciendo tolerante, dialogante, nunca dogmático ni, por supuesto, fundamentalista. Quien pregunta y se pregunta, descubre que es arriesgado hacer juicios rotundos sobre personas o actuaciones, y le da la razón a Aquel que dijo: “No juzguéis…no condenéis”.

-----Y todo esto tiene su razón de ser, tiene sus raíces. Una de ellas es que quien pregunta, manifiesta que desconoce, que no sabe; se hace consciente de su ignorancia; de que no es un “sabelotodo”; de que es mucho más lo que ignora que lo que sabe; de que se aprende a golpe de ensayo y error; de que no puede presumir, pues siempre habrá otro que sepa más. Se hace consciente de tanto inconsciente que va por la vida con aires de superioridad.

-----Y entonces se va haciendo humilde, se da cuenta de que es falible, de que tropieza más de una vez en la misma piedra, de que siempre se cojea de la derecha, de la izquierda, o de ambas. Y se vuelve “piadoso”, en el sentido de “sencillo”, “humilde”, “tolerante”; y le da la vuelta a ese pérfido refrán de “Piensa mal y acertarás”, convirtiéndolo en “Piensa bien y acertarás”.

-----Hay otra razón de la verdad, belleza y bondad de que el preguntar es la piedad del pensar. Y es que quien hace y se hace preguntas, llega a descubrir que las personas, cosas, actuaciones y situaciones no tienen una sola cara, sino que son poliédricas: tienen múltiples y diversos aspectos, que normalmente no podemos abarcar en su totalidad. Siempre quedarán rincones de la realidad, de difícil acceso para nuestro conocimiento; nos quedarán sin conocer matices, detalles, que a lo mejor tienen una fuerte incidencia en la cuestión y nos pasan desapercibidos.

-----Por lo que no podemos, ni debemos, hacer juicios rotundos y últimos, sentenciando: “esto definitivamente es así”. Siempre nos quedará un rincón oscuro, una sombra alargada, que justificará el beneficio de la duda, al que toda persona tiene derecho.

-----Por todo esto y por más que se me escapa, nos tiene dicho Jesucristo el Señor: “No juzguéis y no seréis juzgados; no condenéis y no seréis condenados; perdonad y seréis perdonados”.


Ignacio Peláez Pizarro


(para la revista “Ayudando a vivir” de Proyecto-Hombre, de Diciembre 2007)