Sucedió en un pueblo importante hace unos días. Altas autoridades del estado pasaron por su puerto de mar para entregar, nada menos y nada más, que una bandera de combate a una fragata. ¡Menudo acontecimiento!
Estaban allí también, como no podía ser menos, las respectivas autoridades locales y provinciales.
Llega el momento supremo de la entrega y he aquí que habían acudido tal cantidad de personalidades al escenario de la celebración que el señor del protocolo, minutos antes de que comenzara el acto, gritó a los nueve concejales que habían venido de la capital: ¡Fuera concejales!
Y, claro está, aquellos “encorbatados y enchaquetados” munícipes, aceptaron la expulsión con disciplina militar, decía la prensa, y ¿muertos de vergüenza?.
Uno se acuerda inmediatamente de aquella otra escena del Evangelio narrada por Lucas 14, 7-11: “Jesús, al observar que los invitados escogían los primeros puestos, les dijo esta parábola: «Cuando alguien te invite a una boda, no te pongas en el primer asiento, no sea que haya otro invitado más honorable que tú, venga el que te invitó y te diga: Cede el sitio a éste, y entonces tengas que ir avergonzado a ocupar el último puesto. Por el contrario, cuando seas invitado, ponte en el último puesto, y así, cuando venga el que te invitó, te dirá: Amigo, sube más arriba. Entonces te verás honrado ante todos los comensales. Porque el que se ensalza será humillado y el que se humilla será ensalzado»”.
¡Qué diferencia tan abismal¡
En el banquete del reino la soberbia cede el puesto a la humildad, los primeros puestos a los últimos y la foto al anonimato.
Estaban allí también, como no podía ser menos, las respectivas autoridades locales y provinciales.
Llega el momento supremo de la entrega y he aquí que habían acudido tal cantidad de personalidades al escenario de la celebración que el señor del protocolo, minutos antes de que comenzara el acto, gritó a los nueve concejales que habían venido de la capital: ¡Fuera concejales!
Y, claro está, aquellos “encorbatados y enchaquetados” munícipes, aceptaron la expulsión con disciplina militar, decía la prensa, y ¿muertos de vergüenza?.
Uno se acuerda inmediatamente de aquella otra escena del Evangelio narrada por Lucas 14, 7-11: “Jesús, al observar que los invitados escogían los primeros puestos, les dijo esta parábola: «Cuando alguien te invite a una boda, no te pongas en el primer asiento, no sea que haya otro invitado más honorable que tú, venga el que te invitó y te diga: Cede el sitio a éste, y entonces tengas que ir avergonzado a ocupar el último puesto. Por el contrario, cuando seas invitado, ponte en el último puesto, y así, cuando venga el que te invitó, te dirá: Amigo, sube más arriba. Entonces te verás honrado ante todos los comensales. Porque el que se ensalza será humillado y el que se humilla será ensalzado»”.
¡Qué diferencia tan abismal¡
En el banquete del reino la soberbia cede el puesto a la humildad, los primeros puestos a los últimos y la foto al anonimato.
A ese mismo pueblo “de la entrega de la bandera” están llegando continuamente pateras con inmigrantes que son acogidos por personas que no aparecen en ninguna fotografía.
El Evangelio siempre señala un camino en la vida. ¿Cuál elegimos?
Antonio Hernández-Carrillo