Antonio Hernández-Carrillo
Publicado en nº 112 del periódico "TU"
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----- Más que un lugar, el desierto es una actitud ante la vida. Así aparece en la Biblia y en la tradición cristiana. Por eso, caminar por el desierto es cambiar de rumbo, viajar hacia el propio interior o buscar mayor profundidad en la existencia.
----- Para Jesús de Nazaret el desierto confirma su confianza en Dios (Mateo 4, 1-11) y replantea su misión (Marcos 1, 35).
----- En estas sociedades llamadas del primer mundo, necesitamos retomar la tradición tan cristiana del desierto para profundizar en estas tres actitudes:
----- 1ª.- Silencio. Existe una inflación de la palabra que a fuerza de utilizarla se ha convertido, por desgracia, en locuacidad y verborrea. Nuestra sociedad pide a gritos silencio y oración para abrirnos a Dios y a los otros frente a tanta y tanta pamplina. Así lo hizo Jesús ante Caifás y Herodes: “Pero Jesús guardó silencio” (Mateo 26, 63 y Lucas 23, 9).
----- 2ª.- Sencillez de vida. Recuerdo la conversación de hace unos días en el autobús: Un viajero le explicaba con infinidad de voces a su compañero de asiento que iba a comprarse un moto que no necesitaba pero “que tenía que darse a sí mismo ese capricho” ¡Cuántas “motos” innecesarias¡ La larga tradición del desierto siempre ha tenido en cuenta estas palabras de Jesucristo: “No llevéis oro, ni plata, ni dinero en el bolsillo, ni zurrón para el camino, ni dos túnicas, ni sandalias ni cayado…” (Mateo 10, 9-10).
----- 3ª.- La búsqueda de lo esencial. Caminar por el desierto es hoy ir a la raíz y desechar lo que sólo vale para perder el tiempo y atontar. Lo esencial es aquello del Evangelio: “Buscad ante todo el reino de Dios y su justicia y todo lo demás se os dará por añadidura” (Mateo 6, 33) y esto otro: “¡Ay de vosotros…que descuidáis lo más importante de la Ley: la justicia, la misericordia y la fe!” (Mateo, 23, 23).
----- El silencio, la sencillez de vida y la búsqueda de lo esencial son el alimento y la vida para el desierto de cada día. ¡Es urgente retomar el auténtico sentido del desierto!
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----- Para Jesús de Nazaret el desierto confirma su confianza en Dios (Mateo 4, 1-11) y replantea su misión (Marcos 1, 35).
----- En estas sociedades llamadas del primer mundo, necesitamos retomar la tradición tan cristiana del desierto para profundizar en estas tres actitudes:
----- 1ª.- Silencio. Existe una inflación de la palabra que a fuerza de utilizarla se ha convertido, por desgracia, en locuacidad y verborrea. Nuestra sociedad pide a gritos silencio y oración para abrirnos a Dios y a los otros frente a tanta y tanta pamplina. Así lo hizo Jesús ante Caifás y Herodes: “Pero Jesús guardó silencio” (Mateo 26, 63 y Lucas 23, 9).
----- 2ª.- Sencillez de vida. Recuerdo la conversación de hace unos días en el autobús: Un viajero le explicaba con infinidad de voces a su compañero de asiento que iba a comprarse un moto que no necesitaba pero “que tenía que darse a sí mismo ese capricho” ¡Cuántas “motos” innecesarias¡ La larga tradición del desierto siempre ha tenido en cuenta estas palabras de Jesucristo: “No llevéis oro, ni plata, ni dinero en el bolsillo, ni zurrón para el camino, ni dos túnicas, ni sandalias ni cayado…” (Mateo 10, 9-10).
----- 3ª.- La búsqueda de lo esencial. Caminar por el desierto es hoy ir a la raíz y desechar lo que sólo vale para perder el tiempo y atontar. Lo esencial es aquello del Evangelio: “Buscad ante todo el reino de Dios y su justicia y todo lo demás se os dará por añadidura” (Mateo 6, 33) y esto otro: “¡Ay de vosotros…que descuidáis lo más importante de la Ley: la justicia, la misericordia y la fe!” (Mateo, 23, 23).
----- El silencio, la sencillez de vida y la búsqueda de lo esencial son el alimento y la vida para el desierto de cada día. ¡Es urgente retomar el auténtico sentido del desierto!
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