Enviado al Faro de Motril el 01-05-09
Ignacio Peláez Pizarro
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----- Hace varias semanas un juez de Valladolid dictó una Sentencia, ordenando la retirada de crucifijos de un determinado Colegio, porque la presencia de estos signos religiosos conculcaba derechos de otras personas, que también acuden a ese lugar público. La polémica estaba servida y, en efecto, ha habido dimes y diretes en la prensa y demás medios.
----- Pasado ya un tiempo prudencial, quizá sea hora de hacerse una reflexión serena sobre este asunto, que no es baladí, como así lo demuestra la historia de nuestro pueblo. Una reflexión razonada, sin estridencias, buscando la verdad que nos pueda alumbrar en nuestro diario caminar, en medio de un pluralismo religioso, ideológico y político; pluralismo que es muy sano siempre y cuando haya sentido común en todos nosotros, sentido que dicen ser el menos común de los sentidos.
----- Espero que estén de acuerdo en que no da lo mismo “poner” que “quitar”. “Poner” es colocar algo que antes no estaba; y “quitar” es retirar lo que estaba de antes.
----- A Tierno Galván le preguntaron que por qué no quitaba del salón del Ayuntamiento de Madrid el crucifijo. D. Enrique contestó, con su proverbial serenidad, que no lo quitaba porque el crucifijo es símbolo de solidaridad y concordia.
----- Y es que quizá nos falte serenidad, nos falte sensatez, para ver la realidad, para considerar la historia, para no regresar a posturas trasnochadas, decimonónicas, de índole “anti”. Hay una “progresía” que parece haber descubierto el Mediterráneo, al resucitar fantasmas del pasado, al suscitar problemas sin base real y querer poner el parche antes de la herida.
----- El que el crucifijo esté en nuestras escuelas es tan corriente como el que haya cruces en nuestras plazas, o nombres de santos en nuestras calles. El crucifijo se ha inculturizado en nuestro sentir, pensar y vivir, es decir, se ha hecho un elemento de nuestra cultura, como las procesiones de Semana Santa o el Rocío, y querer quitarlo es querer quitar parte de nuestra cultura. ¿Se atrevería un juez o ordenar que se quitaran las procesiones de la Semana Santa sevillana, malagueña o de Valladolid?.
----- El crucifijo, aparte de su sentido cristiano salvador para los creyentes, ha pasado a ser un factor de nuestro modo de ser y vivir, o sea, de nuestra cultura, y son millones las personas de nuestro ámbito cultural que llevan al cuello una cruz con o sin crucifijo.
----- Por la misma regla de tres que quieren quitar de las escuelas el crucifijo, deberían quitar las cruces que hay en las plazas y caminos, las iglesias y catedrales que hay en las calles, las cruces y demás signos y objetos religiosos cristianos que hay en los museos, los nombres de muchos pueblos, ciudades y calles.
----- Me dirán que no es lo mismo quitar de las escuelas los crucifijos, que quitar de las plazas y calles las catedrales góticas o románicas. Y yo responderé que, efectivamente, no es la misma acción; pero la razón, el principio racional, por el que se quieren quitar los crucifijos, lleva por rigor de la lógica a destruir las catedrales, a quitar los nombres religiosos de las calles, etc., etc. Pues el principio racional es : “hay que quitar de las escuelas los crucifijos porque las escuelas son lugares públicos”. Tal principio se basa en la siguiente argumentación: “En lugares públicos no debe haber signos religiosos; es así que las escuelas son lugares públicos; luego no debe haber en ellas signos religiosos”.
----- Yo sigo aplicando con lógica esa argumentación y digo: “En lugares públicos no debe haber signos religiosos; es así que las plazas y calles son lugares públicos; luego no debe haber en ellas signos religiosos”. Y signos religiosos son las catedrales, las iglesias, las ermitas de los caminos, los nombres de muchas calles, etc. etc., etc.; pues vamos a quitar todos esos signos religiosos.
----- Tengamos coherencia, y si se establece un principio, hay que atenerse a las consecuencias lógicas que de él emanen. Los principios ideológicos tienen una gran trascendencia, porque terminan configurando la mente, el modo de pensar y de vivir de los pueblos. En definitiva, terminan configurando la cultura humanizada y humanizadora de un pueblo, si las ideologías han sido humanizantes; pero también terminan inoculando el veneno de la deshumanización, si fueron ideologías de destrucción; y ejemplos de esto los tenemos a la vuelta de la esquina: el nazismo, el archipiélago GULAG, nuestra locura de los años 30 del siglo pasado,…no nacieron por generación espontánea, sino que antes tuvieron unas fuentes ideológicas.
----- Tengamos sentido común y reparemos en que en nuestro país el crucifijo en la escuela, las iglesias y catedrales en las plazas y calles, los nombres religiosos de pueblos y ciudades y calles, las ermitas en los caminos, las procesiones, etc., etc., son elementos de nuestra cultura y, si los quitamos, destrozaremos nuestra cultura y con ella a nosotros mismos.
----- Cosa distinta sería si “pusiéramos” ahora en los espacios públicos signos religiosos, que antes no estuvieran, pues tales objetos no formarían parte de la cultura. “Quitar” es querer ir contra la historia, inventarse una nueva historia. Y eso es muy peligroso, pues si falseamos la historia, nos quedaremos sin “maestra de la vida” según Cicerón y nos veremos abocados a repetirla.
----- Tengamos la fiesta en paz. Mantengamos nuestras tradiciones y costumbres, nuestra cultura, nuestra historia, y no copiemos, como papanatas, costumbres foráneas, creyendo que están por encima de las nuestras, pero cuyo origen o sentido quizá hasta desconozcamos.-
Ignacio Peláez Pizarro
Ignacio Peláez Pizarro
Centro Hoac de Motril
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