Publicado en el Faro de Motril 08-10-09
Ignacio Peláez Pizarro
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----- Estamos en los primeros años de un nuevo siglo, el XXI, y de un nuevo milenio, el tercero. Es de esperar que el nuevo siglo traiga novedades, pues la vida es imparable, siempre en movimiento y, por esa ley del péndulo, es presumible que la Humanidad busque nuevos derroteros.
----- Porque este hombre pos-moderno de nuestras penas está cansado: detrás tiene mucha historia y delante poca esperanza; viene de vuelta de casi todo; desconfía de sí mismo; ya no saluda como diosa a la razón; se agarra a lo inmediato y no sabe qué pasará mañana. Para colmo, se le han caído sus anteriores esquemas y se ha quedado como bañista al que una ola le quita el bañador: llega a las playas de la existencia con la sensación insoportable de la levedad del ser. Una pena.
----- Pero así no se puede vivir durante mucho tiempo. La cuerda floja no puede ser muy larga. Es necesario recalar en suelo estable, es necesario un suspiro de alivio. Por ello, los que otean la sociedad y el futuro nos dicen que está surgiendo una nueva cultura, una nueva civilización, un nuevo hombre.
----- Este fenómeno ha ocurrido ya varias veces en la historia del hombre: cuando nació la filosofía allá por el s. VII a.C.; cuando cae la polis griega y surge el cosmopolita en el s. IV a.C.; cuando la caída del imperio romano en el s. V d.C.; cuando el Renacimiento…Y ahora pasará nuevamente.
----- ¿Y cómo será ese nuevo hombre y ese nuevo mundo?. No lo sé. Pero lo que sí sé es que en este parto los cristianos vamos a tener una responsabilidad histórica. Y cuando digo “responsabilidad histórica”, no estoy haciendo una frase, sino una afirmación rigurosa: que nos vamos a jugar la historia venidera.
----- Este nuevo mundo nacerá llevando en su entraña unas formas de vida, unas tendencias, unos criterios de actuación, unos valores. Y esos valores pueden ser unos, o pueden ser otros. Pueden ser los valores del egoísmo, de la ley del más fuerte, de la frialdad inhumana, de la indiferencia ante el hermano, de la increencia. O pueden ser los valores de la generosidad, de la solidaridad, del perdón, de la ayuda mutua, del esfuerzo, de la austeridad, de la fe en Dios.
----- Según esté inspirado por unos u otros valores, el nuevo mundo y el nuevo hombre serán mundo/hombre nuevo, o mundo/hombre viejo en terminología de San Pablo. Y la historia seguirá unos derroteros u otros.
----- Y ahí es donde yo veo nuestra responsabilidad de cristianos: en inyectar en la cultura emergente los valores evangélicos, que son valores de modernidad, pues Jesucristo fue el gran defensor de la dignidad de toda persona, de la igualdad entre todos y de la libertad-responsabilidad. Debemos sentirnos sacudidos por esta responsabilidad, con la que nos jugamos la historia venidera. Hay que despertar del letargo y ser conscientes. Pero ¿podremos?.
----- De lo que estamos hablando en definitiva es de la presencia pública de la fe y de la Iglesia en la sociedad. ¿Podremos y sabremos mantener una correcta y eficiente presencia pública de la fe cristiana?.
----- Porque dentro de pocos años los cristianos de fe personalizada y militantes habrán disminuido cuantitativamente, si las cosas van como ahora. Ante esta panorámica sociológica cercana surge una pregunta incómoda: dentro de unos años, ¿la Iglesia y los cristianos serán “resto”, o serán “residuo”?.
----- ¿Serán un resto, pequeño sí, pero vigoroso, transformador de la sociedad como levadura en la masa, con una presencia pública dinamizadora?; ¿serán luz y sal de la tierra, absolutamente necesarias para los hombres que quieran vivir con sentido?; ¿serán punto de referencia obligado para los que deseen llevar una vida humana digna de tal nombre?. La luz es más pequeña que la habitación, pero la ilumina toda; la sal es menor en cantidad que la comida, pero la sazona; el punto de referencia es más pequeño que su entorno, pero orienta. Por eso son necesarios. Lo mismo la Iglesia-resto: es más pequeña que el mundo, pero le da sentido, orienta en los grandes interrogantes.
----- O por el contrario, ¿la Iglesia y los cristianos serán “residuo” insignificante e inoperante?; ¿serán un legado histórico que se guarda en los museos y que se muestra a los turistas despistados?.
----- Ahí queda esa pregunta. Para que nos queme por dentro. Para que nos espolee. Para que nos saque de nuestras casillas y nos pongamos a imaginar y a trabajar con ilusión. Porque de nosotros depende la respuesta a esa pregunta.
----- Sobre todo depende de los cristianos seglares, de los laicos. Simplificando mucho, podríamos decir que en el primer milenio de la Iglesia los laicos tuvieron voz y voto; en el segundo ni tuvieron voz, ni tuvieron voto. ¿Qué sucederá en el tercer milenio? ¿volverán los laicos a tener voz y voto en la Iglesia y en la sociedad?.
----- Los laicos, teologicamente formados y activamente comprometidos, harán que la Iglesia de los años dos mil sea “resto-fuerza”, “resto-luz”, “resto-sal”.
¿Querrán ellos serlo? ¿les dejarán?. Espero que sí.
IgnacionPélaez Pizarro
Militante de la HOAC - Motril
Militante de la HOAC - Motril