Antonio Hernández-Carrillo
Publicado en nº 119 del periódico "TU"
----La tradición cristiana ha visto en este personaje de la Pasión de Jesús un modelo de discípulo. Es verdad que es presentado de una forma secundaria en los Evangelios y que parece como si fuera obligado a ayudar a Jesús, pero también es verdad que tres de las narraciones evangélicas que lo citan tienen gran interés en escribir su nombre (incluso Marcos 15,21 pone el de sus dos hijos: Alejandro y Rufo, quizás por ser conocidos por la comunidad) y en establecer contraste con aquellos discípulos que en esos duros momentos lo abandonaron.
Al fin y al cabo es el primero que sigue a Jesucristo llevando físicamente la cruz: “Cuando se lo llevaron para crucificarlo, echaron mano de un tal Simón de Cirene, que venía del campo y le cargaron la cruz para que la llevara detrás de Jesús” (Lucas 23, 26).
Simón de Cirene es una referencia constante de ayuda al prójimo en el peor de los trances: con la cruz a cuestas hacia su crucifixión después de haber sido golpeado, insultado y coronado de espinas.
Al cristiano y a la persona de buena voluntad le hará un bien inmenso la contemplación serena de esa escena y tal contemplación ha de llevarle a pasar por la vida siendo cireneo para con el hambriento, sediento, extranjero, enfermo, desnudo, encarcelado… (Mateo 25, 35). ¡Qué gran tarea!
“Desde que pongo el pie en la calle para irme al trabajo, pienso qué podré hacer en ese día para ayudar a otros a llevar su cruz”. “La plataforma ciudadana en la que participo es una ocasión buena para preocuparme de los problemas de mi pueblo”. “Somos abuelos y tenemos dos hijos casados en el paro; todas las comidas del medio día las hacen en nuestra casa con su familias. ¡En qué mejor podemos gastar nuestro tiempo y pequeña pensión!”
Como nos olvidamos de que el seguimiento de Cristo consiste en hacer como tú, San Simón de Cirene, por eso te decimos: ¡Ruega por nosotros!
Ayudar a llevar la cruz es la verdadera honra y procesión de hoy.