Publicado en el Faro de Motril 08-02-10
Isabel Rodríguez Martín
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----- Me sucedió en el Hospital de Motril. Fui a Urgencias y la Sala de Espera estaba, como siempre, a rebosar de pacientes y acompañantes, esperando que les llamaran. Sólo se oían protestas por la cantidad de horas que llevaban allí.
----- A todas nos ocurre que cuando una va enferma, lo que ansía es que el médico te atienda lo más pronto posible y no tener que esperar tanto tiempo; porque se pone una más mala, pues con la espera prolongada afloran los nervios.
----- No sé si esto podrá tener arreglo. La cuestión es que lo mismo que nos quejamos de las horas que hay que esperar, también hay que saber, y por eso lo digo, que el personal del Hospital, tanto médicos como enfermeras y celadores, trabajan bien y son muy amables. Yo he acudido ya muchas veces y siempre me han atendido bien: lo bien que te escuchan, que te reconocen sin prisas…Y eso nos gusta a todos; por ello, cuando estamos en la consulta nos olvidamos de los que están fuera esperando. Por esto debemos ser comprensivos y estar tranquilos.
----- Pero aún no he contado por qué estoy escribiendo esto. Hace pocos días me pasó lo siguiente: cuando entré en la consulta, tuvieron que extraerme sangre para un análisis; la enfermera que la extrajo, lo hizo muy bien, ni siquiera sentí la aguja; pero desafortunadamente saltó un poco de sangre que me cayó en el chaquetón. Mi sorpresa grata fue que la compañera de la enfermera acudió en seguida, quitándole importancia al suceso, tranquilizando a su compañera y limpiándome perfectamente mi chaquetón.
----- Esto me hizo pensar que esta mujer hizo dos cosas buenas: ayudar y serenar a su compañera y que yo no me preocupara por el chaquetón, pues lo limpió quedando como antes.
----- Esta acción, que parece banal, si bien se mira, tiene algo importante que decirnos, y es que el compañerismo y la preocupación por los demás hacen la vida más grata.
----- Qué hermoso si todos hiciéramos lo mismo donde quiera que estemos: lo mismo en el trabajo, que en la familia, como así también en la sociedad. Seríamos más felices, más humanos y más persona. Con estas cosas tan pequeñas, que parecen no tener importancia, haríamos un mundo mejor para todos.
----- En definitiva, es esto lo que Jesucristo quiere enseñarnos cuando, en la escena de la multiplicación de los panes, dice a sus discípulos una frase chocante: seguían a Jesús muchas gentes, ansiosas de oírle y verle; tres días llevaban con El; y los discípulos, viendo que la gente carecía ya de provisiones, le dicen a Jesús algo al parecer razonable: que los despida para que cada cual se busque comida como pueda. Y aquí es cuando Jesús les dice esa frase chocante: “Dadles vosotros de comer”.
----- “¿Pero cómo vamos a darles de comer a tantas personas, si no tenemos ni comida ni dinero?”, pensarían para sus adentros los discípulos. Pero Jesús insiste: Dadles vosotros de comer. Es decir, haced vuestro el problema del hermano y ya veréis cómo entre todos dais con la solución.
----- Y tiene razón Jesús. Si sintiéramos como propio el problema del hermano, entre todos buscaríamos y encontraríamos la solución, al tiempo que crecería la unión entre todos, la comunión.
Otro gallo cantaría a nuestra sociedad si fuéramos solidarios; si nos preocupáramos del problema que tiene el hermano; de echarle una mano; de animarle.
----- Un sol de justicia social nos alumbraría a todos y delante tendríamos un horizonte de esperanza.
Isabel Rodríguez Martín
Grupo HOAC de Motril