La pillé al vuelo en una emisión radiofónica una madrugada de luz. Y la escribí, para después, con tiempo y con sosiego, rumiar la frase escuchada.
“Existes porque te miro”, dijo el locutor. Y aquello me impactó. Percibí que la frase era profunda, verdadera y bella, y por tanto, buena, pues la verdad y la belleza llevan de compañera a la bondad.
“Existes porque te miro”. Y empecé a darle vueltas a la frase, que saltaba juguetona escondiéndose y asomándose. Y fui comprendiendo que una persona a la que nadie mire, es como si no existiera.
Comprendí que alguien a quien nadie mire, a quien nadie escuche, a quien nadie tenga en cuenta, a quien nadie espere, con quien nadie cuente, a quien nadie ame,…es como si no existiera; comprendí que tal existencia no tendría sentido.
El hombre es un “animal sociable”, decía Aristóteles hace 25 siglos. Nos desarrollamos en contacto y comunión con los demás; necesitamos de los demás para ser y crecer; una persona solitaria ni se desarrollaría, ni siquiera sería. “Nadie educa a nadie; nadie se educa solo; el hombre se educa en comunión”, tiene dicho Paulo Freire, que de esto sabía “la tira”.
Sin embargo, una persona a la que otra mire, a la que otras tengan en cuenta, a la que otras pidan su opinión; una persona que tenga alguien que la espere, que la escuche, que sepa se cuenta con ella; una persona que se sienta querida, mirada, …esa persona sí que existe, su existencia está llena de sentido.
No podemos vivir sin un sentido en y de la vida, como no vamos por la carretera sin llevar una dirección; sería de locos. No podemos vivir sin una esperanza, sin un horizonte que se despliegue delante de nosotros. No podemos vivir ahogados en un círculo cerrado. Necesitamos caminos, encrucijadas, tener terreno por delante, para no asfixiarnos en una angustia existencial.
Y esos horizontes, esa esperanza, ese vivir con un sentido, son los otros, mirándonos, quienes nos ayudan a vivirlos. Son los otros los que nos sirven de punto de apoyo y referencia para saber qué caminos recorrer, qué puertas franquear.
Pero andar el camino, pasar las puertas, es cada uno quien tiene que hacerlo, aunque con la referencia de los otros, pues “existes porque te miro”.-
Ignacio Peláez Pizarro
(Para la revista de Proyecto-Hombre AYUDANDO A VIVIR, de Septiembre 2006)