Antonio Hernández-Carrillo
Publicado en nº 109 del periódico "TU"
-----Con frecuencia terminamos o comenzamos nuestras tareas o reuniones dirigiéndonos a la Madre de Jesús y Madre nuestra suplicando: Madre de los pobres, ruega por nosotros. ¡Qué gran alcance y sentido posee esta pequeñísima oración!
-----En los días anteriores una madre de familia me explicaba que hacía con frecuencia esta jaculatoria no tanto para pedirle a la Virgen que le concediera un favor sino para suplicarle que le otorgara parecerse a ella especialmente en los momentos de mayor dificultad.
-----Es que Madre de los pobres es uno de los mejores títulos que podemos dar a la Madre del Señor y, si no, fijémonos en una parte de la acción de gracias (“Magnificat”) que pone en boca de ella el Evangelio de S. Lucas (1,51-53): “Él hace proezas con su brazo: dispersa a los soberbios de corazón, derriba del trono a los poderosos y enaltece a los humildes, a los hambrientos los colma de bienes y a los ricos los despide vacíos”.
-----Por eso, cuando uno lee estos párrafos no tiene más remedio que irritarse (por no decir otra cosa) ante ese culto melifluo, ñoño, superficial y gastoso que a veces se tributa a la Virgen (es una bofetada a ella, a los pobres y al Evangelio) y por eso mismo, cuando los cristianos nos dedicamos a dignificar a la persona rebajando a unos y levantado a otros uno se alegra porque es el camino de la Madre de los pobres y del Evangelio.
-----Ruega por nosotros ¿Para qué? Para que sepamos nivelar la balanza y, así, nos enamoremos de la sencillez y de la humildad, hagamos nuestro que los que cuentan a los ojos de Dios son los que no valen para los poderosos de este mundo y nos pongamos manos a la obra para trabajar por una sociedad en donde se cumpla la voluntad de Jesús y de su Madre. Entonces el Evangelio bajará a la calle y entonces rezaremos con alegría:
-----¡Madre de los pobres, ruega por nosotros!