Páginas

viernes, diciembre 22, 2006

Cien hermanos


¿DÓNDE ESTÁN VUESTROS CIEN HERMANOS?
ANTONIO ZUGASTI
MADRID.




ECLESALIA.- No había sitio para ellos en el barco. Y mucho menos en los aviones. Ni siquiera en los tramposos aviones de “Air Madrid”. Entonces decidieron meterse en el cayuco y lanzarse a la mar.

Esta mañana la radio, en una breve nota, contaba el final de la aventura. Unos veinticinco habían sido recogidos por pescadores; cien habían desaparecido.

¿Desaparecidos mis hijos?

El Padre viene a preguntarnos:

¿Dónde están vuestros cien hermanos?

- ¡Ay! Bastante tengo yo ahora buscando regalos para toda la familia. ¡Para ponerme a buscar hermanos perdidos!

¿Dónde están vuestros cien hermanos?

- Perdona, pero esta noche tenemos la cena de Navidad de la empresa y ahora no me puedo entretener

¿Dónde están vuestros cien hermanos?

- No sé, ahora voy a la parroquia a la celebración del Adviento. Ya preguntaré allí a ver si don Ramón sabe algo.

¿Dónde están vuestros cien hermanos?

- Lo que yo quiero saber es dónde están los compradores, que lo de las ventas de Navidad no es tanto como parece.

¿Dónde están vuestros cien hermanos?

- No sé, eso es cosa del Gobierno, yo no sé nada.

¿Dónde están vuestros cien hermanos?

- Pregunta a “sus” gobiernos, “sus” gobiernos, ellos son los que tienen que cuidar de esas cosas

¿Dónde están vuestros cien hermanos?

- Perdona, pero estamos cerrando el balance del año. Otro rato lo vemos eso.

¿Dónde están vuestros cien hermanos?

- ¡Ay, Dios mío, Dios mío! Con el follón de estos días no se encuentra a nadie. Por la parroquia desde luego no han venido.

¿Dónde están vuestros cien hermanos?

- ¿Cien hermanos? Bastante tengo yo con tres, y las cuñadas... y los suegros. ¡Menudo lío para darles de cenar a todos! Y con lo raritas que son algunas...

¿Dónde están vuestros cien hermanos?

- A propósito, ¿qué podría regalarle yo a mi nieto, que tiene de todo?

¿Dónde están vuestros cien hermanos?

- ¿Pero no ve usted cómo vengo de cargao con las dichosas compras de Navidad? No me líe ahora, hombre.

¿Dónde están vuestros cien hermanos?

- Por cierto, hablando de hermanos, ¿por qué no le dices al mío que a ver qué pasa con la herencia del abuelo? Porque hay que ver la poca vergüenza que tiene.

¿Dónde están vuestros cien hermanos?

- Me llama luego al móvil, que ahora he quedado con una amiga en el Corte Inglés.

¿Dónde están vuestros cien hermanos?

- Disculpe, no me puedo entretener. ¡Todavía tengo que mandar más de cien felicitaciones! Y es que en estos días tan entrañables de verdad que quiero felicitar a todos.

¿Dónde están vuestros cien hermanos?

- Por favor, no moleste. Estoy preparando la homilía del día de Navidad y en estos tiempos tan calamitosos los pastores tenemos una gran responsabilidad para guiar a nuestras ovejas en el camino de la única fe verdadera.

“Caines sempiternos” cantaba Paco Ibáñez hace unos años. Cien hermanos nuestros han muerto tragados por las aguas del océano y volvemos la vista a otro lado. ¿Soy yo el guardián de mi hermano?

Víctimas inocentes, ninguna asociación de víctimas los reconocerá por suyos ni moverá un dedo por ellos. Víctimas de la enloquecida ambición del mundo rico, nuestro mundo, el que hacemos entre todos. Sólo queremos que también desaparezcan de nuestros periódicos y no nos enturbien la digestión del festín.

Víctimas de unos países que nosotros hemos empobrecido. Pero también sobre esto preferimos mirar a otro lado. “Tienen unos gobiernos corruptos”. “Están tan atrasados... a pesar de la ayuda que se les da”.

Víctimas atraídas como mariposillas por las luces centelleantes de nuestra hipócrita felicidad. Por el brillo de nuestra estúpida ostentación. Víctimas que nuestra sociedad mira con la misma insensibilidad que a las mariposillas verdaderas.

¿Es que los cristianos no vamos a hacer nada? ¿De verdad no se puede hacer nada? ¿Vamos a acabar uniéndonos a la multitud de espaldas que se vuelven hacia los hermanos muertos? ¿Vamos a seguir festejando, intercambiando regalos y felicitaciones sin un mínimo gesto de humanidad? ¿No podíamos por lo menos plantear una huelga de regalos; no hacer ni admitir regalos; tener ese mínimo gesto de pesar y también de repulsa hacia una sociedad de consumo que deja por el mundo un terrible rastro de miseria y muerte?


(Eclesalia Informativo autoriza y recomienda la difusión de sus artículos, indicando su procedencia).